Evangelización

La evangelización es cumplir el mandato del Señor Jesús que desde el principio “llamó a sí a los que El quiso, y designó a doce para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar” (Mc., 3,13; Cf. Mt., 10,1-42) y, una vez que hubo completado en sí mismo con su muerte y resurrección los misterios de nuestra salvación y de la renovación de todas las cosas, antes de subir al cielo (Cf. Act., 1,4-8), fundó su Iglesia como sacramento de salvación, y envió a los Apóstoles a todo el mundo, como El había sido enviado por el Padre (Cf. Jn., 20,21), ordenándoles:

“Id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado” (Mt., 28,19s), “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc. 16,15).

Evangelización en nuestra paqrroquia
  • A través de la formación. Uno no puede anunciar aquello que no ha conocido. Necesitamos profundizar en el encuentro personal con Jesús en todas las dimensiones: intelectual, afectiva, comunitaria… Un bautizado necesita conocer mejor quién es Jesús y lo que Jesús ha dicho personalmente y su Iglesia ha mantenido. Por lo que podemos colaborar formándonos y ayudando a formar.

  • A través de la acción concreta en las diversas acciones parroquiales y en sus diversos ministerios: grupos, vivencia de mayor santidad en mi vocación concreta, anuncio, testimonio, compartiendo mi tiempo…
  • ¿Cómo colaborar?

    Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino.

    ¿Quiénes actuamos en la evangelización?

    En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador.

    La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros?