Bautismo
El bautismo, puerta de la vida y del reino, es el primer sacramento de la nueva ley, que Cristo propuso a todos para que tuvieran la vida eterna y que después confió a su Iglesia juntamente con su Evangelio, cuando mandó a los Apóstoles: «Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
El Bautismo en nuestra parroquia
¿Quién puede ser bautizado y qué se le exige a un candidato al Bautismo?
Cualquier persona que no esté aún bautizada puede recibir el Bautismo. La única condición para el Bautismo es la fe, que debe ser confesada públicamente en la celebración del sacramento.
¿Por qué mantiene la Iglesia la práctica del Bautismo de niños?
La Iglesia mantiene desde tiempos inmemoriales el Bautismo de los niños. Para ello hay una única razón: antes de que nosotros optemos por Dios, Dios ya ha optado por nosotros. El Bautismo es, por tanto, una gracia, un regalo inmerecido de Dios, que nos acepta incondicionalmente. Los padres creyentes que quieren lo mejor para su hijo, quieren también el Bautismo, en el cual el niño es arrancado del influjo del pecado original y del poder de la muerte.
¿Qué ocurre en el Bautismo?
En el Bautismo nos convertimos en miembros del Cuerpo de Cristo, en hermanos y hermanas de nuestro Salvador e hijos de Dios. Somos liberados del pecado, arrancados de la muerte y destinados desde ese instante a una vida en la alegría de los redimidos.
¿Qué supone recibir un nombre en el Bautismo?
Mediante el nombre que recibimos en el Bautismo nos dice Dios: «Te he llamado por tu nombre, tú eres mío» (Is 43,1).