Confesión
La Confesión o Penitencia es el sacramento por el cual se repara una injusticia cometida tras el Bautismo.
Si bien el Bautismo nos arranca del poder del pecado y de la muerte y nos introduce en la nueva vida de los hijos de Dios, no nos libra de la debilidad humana y de la inclinación al pecado. Por eso necesitamos un lugar en el que podamos reconciliarnos continuamente de nuevo con Dios. Esto es la confesión.
La Confesión en nuestra parroquia
¿Cómo me confieso?
Al llegar a la edad de la discreción hay obligación de confesar al menos todos los pecados graves. La Iglesia manda que se haga al menos una vez al año. En cualquier caso hay que confesarse antes de recibir la sagrada Comunión si se ha cometido algún pecado grave.
Los requisitos para el perdón de los pecados son la persona que se convierte y el Presbítero, que, en nombre de Dios, le concede la absolución de sus pecados.
Toda confesión consta del examen de conciencia, la contrición o arrepentimiento, el propósito de enmienda, la confesión y la penitencia.
¿Quién puede perdonar los pecados?
Sólo Dios puede perdonar los pecados. «Tus pecados te son perdonados» (Mc 2,5) sólo lo pudo decir Jesús porque él es el Hijo de Dios. Y sólo porque Jesús les ha conferido este poder pueden los Presbíteros perdonar los pecados en nombre de Jesús.
Ningún hombre puede perdonar pecados a no ser que tenga un mandato de Dios para ello y la fuerza que él le otorga, para que el perdón que él concede al penitente se verifique realmente. Los encargados de ello son en primer lugar el Obispo y después sus colaboradores, los Sacerdotes.
Todo sacerdote ha de guardar el secreto de confesión es absoluto. Ni siquiera a la policía puede decir o insinuar algo.
¿Qué ocurre en la Confesión?
La confesión reconcilia al pecador con Dios y con la Iglesia.